Individualismo Reticular

La noción de sujeto desde el individualismo reticular.

No hay ninguna novedad en el hecho de conceptualizar a Internet a partir de la metáfora de la “red”: un espacio de conexión humana que produce que las acciones online se materialicen en un grafo-telaraña, debido a sus características de interconexión, velocidad y movilidad desestructurada. De hecho, esta forma de entender lo cibernético es la metáfora más monopolizada por académicos, y en especial, detonada en el discurso de ventas de los gurús o profesionistas de marketing digital que hablan de los medios sociales y la posibilidades infinitas que tiene una marca o negocio de insertarse exitosamente en ese mar-torbellino, urdimbre de relaciones.

 

Ahora bien, así como hizo Manuel Castells cuando dilucidó las relaciones internaciones político-económicas que trajeron los nuevos modos de desarrollo (el informacionalismo) y producción (capitalismo), en su libro “La era de la información. Vol. I: La Sociedad Red”, se puede trascender y extender esta metáfora que explica la red, extrapolándola para elucidar -con mayor profundidad- la cotidianeidad de los sujetos y las nuevas formas de vida que se están engendrando en y por esta revolución informática-capitalista.

 

Se trata, pues, de un proyecto enfocado en definir los nuevos tipos de subjetividades que ha generado el entramado online y offline actual, o en palabras ajenas, de dibujar profundamente el actual “individualismo reticular” que Gaytán define como:

 

“Un individualismo que se viene configurando en el trabajo flexible (Sennet, 2000), la empresa creativa de las industrias culturales (García Canclini; 2012), el espacio público mediatizado y la presencia de las redes sociales digitales en la vida cotidiana (Stiegler, 2001)”. (Gaytán, 2014, p. 211 - 212)

 

Con la caída del fordismo, es decir, de la empresa con procesos rígidos, establecidos, con una temporalidad bien definida por series, y sobre todo, que producía en los empleados una seguridad de vida-fábrica estilo “Ford” que duraba años o décadas, aunado a las nuevas maneras de comunicación digital que trascienden los límites geográficos y el espacio público apropiado por empresas y la publicidad, las formas de vida se han diluido y fragmentado.


Este individualismo reticular produce que la persona exista (tenga relevancia) en tanto consumidora de subjetividad hetero-totalitaria informacional, es decir, cuando está inmerso en la lógica del informacionalismo (adaptable, dependiente de la tecnología informática e inserto en el mundo de significados que la publicidad ofrece).

 

Tomando de nuevo palabras prestadas de Gaytán, ahora el sujeto está adentrado en esta dialéctica online/offline que consume sistemas de representación, las cuales, ya no tienen relación alguna con las categorías naturales universales. De la misma forma, sus interacciones cara a cara pierden fuerza y son reemplazadas por prótesis cibernéticas, auténticas extensiones del hombre contemporáneo; al parecer, ha habido una especie de sustitución en la que las relaciones mediadas por todos aquellos artefactos y objetos tecnológicos que transmiten mensajes y significados han tomado mayor relevancia (Guattari, 1996).

 

En este esquema, el hombre (simbólicamente) reposa y se mueve al mismo tiempo: se multiplica, produce clones que interactúan con realidades digitales, se convierte en un dato, un meme, una imagen. El ordenador híper-conectado le permite convivir con un mundo digital visible y palpable, al grado que la offline/natural va perdiendo fuerza. Verbigracia: ya los medios sociales se han convertido en catálogos de personas a las uno puede seducir y establecer una relación larga y afectiva sin conocerla, e incluso hay individuos que realizan todos sus movimientos (pagos, conversaciones, trabajos, estudios, entre otros) sentados en su silla mediante transferencias electrónicas y búsquedas en el ordenador.

 

De la mano de estos cambios, las personas han incorporado a su anatomía una extensión de telarañas cibernéticas que se inmiscuyen a lo largo del planeta, dando un espejismo de omnipresencia y omnisciencia. Así, el sujeto por fin está interconectado globalmente, empero protagoniza una “sociabilidad asocial”, es decir, un modo excesivo de hacer sociedad pero vaciándolo de todas sus determinantes objetivos, para conservar más que su punto de vista, o buscar sólo su propio interés y aspiraciones (Castel, 2010).

 

 

Luis Jaime González Gil

Maestro en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y Director de eResearch en Antropomedia

Email: luisjaime@antropomedia.com

Referencias

 

  • Castel, R. (2010). El ascenso de las incertidumbres. Trabajo, protecciones estatuto del individuo. FCE. México.
  • Castells, M. (1999). La Era de la Información. Vol. I: La Sociedad Red. México, Distrito Federal: Siglo XXI.
  • Gaytán, S. (2014). El individualismo reticular, problema de la teoría social del siglo XXI,  en Versión. Estudios de Comunicación y Política Número. 33, Abril (Pp. 206-216)
  • Guattari, F. (1996). Caosmosis. Manantial. Buenos Aires.